Espiritualidad

Capitulo I - Unidad de la Ciencia Sagrada

PARTE SEGUNDA

UNIDAD DE LA CIENCIA SAGRADA

CAPITULO I

La santidad, finalidad interna del Dogma: o que la Teología es por naturaleza esencialmente práctica, según Santo Tomás.

 

Místicos e intelectualistas en la historia de la Iglesia.—Falsos sentidos que pudiera tener nuestra tesis.— EL verdadero sentido.— Condiciones que ha de tener para que una ciencia sea práctica. Pruebas de lo que es la Teología, según Santo Tomás. 1ª prueba: por los impugnadores de Santo Tomás.-2.ª prueba: por sus discípulos. -3.ª prueba: por su maestro.-4.ª prueba: por su alumnos.—Y 5.ª prueba, por el mismo Santo Tomás.

En la historia de la Iglesia y en el campo de la Ciencia cristiana han luchado constantemente, o poco menos; dos tendencias o maneras de ver las cosas, que llamaremos intelectualista o especulativa, la una; mística o afectiva, la otra. No siempre fueron los mismos los principios y doctrinas sustentadas por ambas tendencias, y por lo mismo, históricamente, no se puede formular el mismo juicio sobre cada una de estas manifestaciones y luchas. Casos hubo en que la tendencia mística fue claramente heterodoxa o malsana, como se ve en los montanistas y priscilianistas, y casos también en que por alejar los peligros de la falsa mística, se combatió a la verdadera piedad y se hizo guerra a los siervos de Dios.

 

Ejemplo de esto son las vidas de muchos santos y la historia de muchas reformas de regulares. En la historia de las Ordenes religiosas es más visible esta diferencia de criterios, y claramente se les ve predominar, cuándo uno, cuándo otro.

Es muy necesario conocer bien estas tendencias para entender debidamente la historia. En el fragor de la lucha, los intelectualistas presentan a los místicos como hombres desatinados e ilusos, y los místicos consideran a los intelectualistas como verdaderos fariseos, que ni entran en el reino de Dios ni dejan entrar a los demás.

Así empezaba el P. Emilio Colunga, O. P, hombre inteligente, muy docto y muy avisado y muy conocedor de la vida y de los hombres, su luminoso estudio sobre intelectualistas y místicos en la Teología española del siglo XVI[1], y con las mismas queremos empezar nosotros esta segunda parte del nuestro. Hoy estamos en uno de esos dichosos momentos en que la marea espiritual, tanto teórica como práctica, sube de día en día, y sería una pena que se la comprometiera con exageraciones.

Desde luego nosotros no quisiéramos que en lo dicho hasta ahora, o en lo que digamos de aquí en adelante, viese nadie, no ya la condenación, pero ni la desestima de la especulación en Teología. La especulación la halla uno en los mismos autores inspirados mediante las cuales nos hizo Dios la revelación, por ejemplo en S. Pablo y en S. Juan. Ni uno ni otro son meros sujetos que reciben las luces de Dios, sino que las piensan. De los Santos Padres nadie dirá que S. Cirilo de Alejandría, por ejemplo, o S. Agustín, no fueron grandes pensadores de nuestros dogmas. Los mismos místicos, aun los que hablan por experiencia—S. Dionisio, Eckart, Taulero, S. Juan de la Cruz—son grandes pensadores. La especulación es de todos, incluso de los que la niegan.

Ni desestimamos tampoco la aplicación de la Filosofía y demás disciplinas naturales para elaborar científicamente y desentrañar las virtualidades de la revelación y mantenerlas armónicas con el resto de los conocimientos del hombre; que es lo que se llama Teología escolástica.

Menos todavía tratamos de poner en tela de juicio el valor de la razón humana en general. El valor de la razón humana, dentro de sus justos límites, no sólo es un dogma del tomismo sino que puede decirse que lo es de la iglesia, que nunca ha querido aceptar esas defensas fáciles de sus dogmas que le han brindado los agnósticos de todos los tiempos.

Se trata sencillamente de saber si, dado el natural e innegable poder de nuestra razón, y dada la necesidad, no sólo 1a conveniencia, de hacer de ella y de la Filosofía aplicación sistemática ala Teología, la especulación teológica se  ha de quedar, como la Metafísica, nada mas que en especulación y con ello plenamente cumplidas sus intrínsecas finalidades; o si, por el contrario, por naturaleza particular especulación teológica dice orden cómo a objeto propio a la vida que de los dogmas nace.

Hay dos pragmatismos: el que sostiene que una cosa es verdadera, sólo o principalmente, porque es práctica, porque resulta; y el que sostiene, por, el contrario, que una doctrina es práctica, que resulta, precisamente porque es verdadera . El primero es el pragmatismo modernista, del cual no se trata ahora, ni con e1 tenemos ni queremos tener nada que ver: segundo es el que constituye  la cuestión; y es manifiesto que cabe dentro del más franco intelectualismo[2]

Pues todo esto supuesto, que, repetimos, es de entraña del  tomismo y; por consiguiente, no sólo lo concedemos,  sino que sentimos como cualquiera la necesidad de propugnarlo contra todos los pseudomisticismos, es nuestra tesis que la Sagrada Teología, como el Doctor Común la concibió, no es puramente especulativa, ni quedan cumplidas sus propias finalidades con especular y saber, al modo que pueden quedarlo las de la Metafísica o de otra ciencia especulativa humana; sino que, sin perder nada de su naturaleza especulativa (en lo que esta noción tiene de positivo), antes al contrario, precisamente por la alteza de su especulación que la eleva muy por encima de la Metafísica, dice orden de relación trascendental a la moderación y gobierno de virtudes y reprensión de vicios, a la vida cristiana y santa, en una palabra.

O dígase lo mismo en esta serie de proposiciones: 1) la Sagrada Teología no es puramente especulativa; 2) no es práctica solamente en sentido material en cuanto la materia teológica, en algunas de sus partes, son los actos humanos; 3) tampoco lo es solamente en el sentido de que toda idea, siquiera sea indirecta y remotamente, influya en la práctica, sino que: 4) la Sagrada Teología es práctica esencialmente o según su razón formal, y, por consiguiente, en todas sus partes, en los tratados dogmáticos también; 5) pero esencialmente práctica, no en el sentido exclusivo de que no sea especulativa, sino en sentido afirmativo en cuanto que formal o virtualmente junta las dos razones formales que están separadas en todas las otras ciencias nuestras: la de ciencia especulativa y la de ciencia práctica. Como Dios (que es su objeto), que tiene formal o virtualmente las perfecciones de todas las criaturas, o como los atributos divinos que mutuamente se incluyen, aún aquellos que, según los poseen las criaturas, parecen del todo opuestos.

Y como de la Teología se puede hablar en sentido absoluto ó en sentido relativo, tal como la Teología nuestra, Teología de los ángeles o bienaventurados, y Teología de Dios; como de la Teología nuestra se puede hablar a su vez en sentido estricto de hábito de conclusiones que se infieren de la fe, o en el sentido lato de conocimiento de origen sobrenatural de las cosas divinas, sea Teología, sea fe, sea profecía o dones intelectuales del Espíritu Santo, decimos que en cualquier sentido, en el absoluto y en el relativo, en el estricto y en el lato, la Sagrada Teología, según el Angélico Doctor, es las dos cosas, esto es, especulativa y práctica, aunque no lo es en todos los casos en la misma proporción. Pero como lo más discutible, por ser hábito más natural, es la estrictamente Teología y Teología nuestra, a ella principalmente nos hemos de referir.

 Al llamar práctica a la Teología no se quiere decir que supla por las virtudes, de suerte que por el hecho de ser uno gran teólogo, sin más, haya de ser gran Santo. Es manifiesto que no. Esto sería pedir demasiado. Ni se requiere tampoco que en todas y cada una de sus cuestiones tenga relación inmediata y visible con la práctica. En ninguno de estos sentidos es práctica la Ética o cualquier otra ciencia de las que nadie duda en comprenderlas en esa categoría[3].

En cambio no basta para decir que es práctica la Teología el que sus especulaciones vayan acompañadas de gozos íntimos y purísimos, antes tal condición es particularísima de las ciencias especulativas.  

¿Qué se requiere, pues, y qué basta para que la Sagrada Teología, y en general una ciencia, pueda y deba decirse práctica? Los escolásticos hacen en esta cuestión lo que en aquella de si la Teología es ciencia y en otras por el estilo; que el que piensa negar exige más en el concepto controvertido, y el que piensa afirmar exige menos. De donde resulta el convertirse las cuestiones en cuestiones de nombre, y si no de nombre, en cuestión de entenderse. Pero aparte sutilezas innecesarias, práctico y especulativo (que son términos correlativos) se deben definir, según Santo Tomás, por tres cosas; y primeramente por la naturaleza del objeto. ¿Es tal que el espíritu no puede hacer otra cosa que especularlo y contemplarlo? La correspondiente ciencia es nada más que especulativa. ¿Puede no solamente contemplarlo sino que de algún modo aquel objeto contemplado puede y debe convertirlo en venero de vida? La ciencia correspondiente es práctica.

La otra cualidad por donde ciencia especulativa y ciencia práctica se definen es por el fin. ¿Tiene o debe tener la ciencia mas fin que el de estudiar y saber? ¿Trasciende, debe trascender inmediatamente a ser reguladora de la vida? Entonces es ciencia práctica; de lo contrario, ciencia especulativa.       

La tercera y última nota por donde ciencia especulativa y ciencia práctica se especifican es por el modo de estudiar sus objetos respectivos. ¿La práctica, la experiencia, no en seña nada o casi nada? Es ciencia especulativa. ¿Enseña algo, y acaso mucho, la práctica y la experiencia? Tenemos ciencia práctica y de experiencia[4].

Que la Sagrada Teología es también ciencia práctica (es decir, no es sólo especulativa, sino que añade el ser práctica), quiere significar, por consiguiente: primero, que su objeto—todo su objeto, el primario y el secundario, mientras sea realmente teológico—es, puede y debe ser por lo menos, término de la especulación y de la acción; segundo, que no es la Teología aquella ciencia «gratia sui ipsius, et propter ipsum scire» nada más, como de la Metafísica dijo Aristóteles[5], sino que a ella le corresponde también, y no sólo por lo que tiene de moral sino por lo que tiene de dogmática, regular e impulsar aquel a la vida abundante que Cristo quiso traer al mundo; y tercero, que las especulaciones no lo son todo, sino que en Teología corresponde su parte a la experiencia de los santos.

Tal es nuestra tesis sobre la naturaleza de la Teología en lo que se refiere a sus relaciones con la práctica y con la vida. O mejor; tal es la tesis de Santo Tomás, y esto es lo que  (Dios ayudando) nos incumbe probar. Y contra todo lo que en contrario se pueda decir, tal como lo del intelectualismo del Santo, oponemos por el momento como fortísimo argumento sed contra, las palabras de la encíclica Studiorum Ducem: «Sancti Tomae huc omnis teología spectat, ut ad intime in Deo vivendum nos adducat»

 

Que Santo Tomás defendió que la Teología es práctica esencialmente, a la vez que esencialmente especulativa, que lo es salva su específica unidad; de muchas y muy eficaces maneras se puede probar; y en primer término porque en este sentido fue la doctrina del Angélico combatida desde el siglo XIII por los teólogos que tenían manera de pensar distinta.    

El primero  que pudiéramos citar es Enrique de Gante. Este gran Teólogo trata la cuestión en varias partes de sus obras: en la Summa quaestionum ordinarium theologiae art. 8, q. 3, expresamente; y en la misma Summa art  36. De potentia  intellectiva Dei, q. 4, virtualmente por lo que dice de la ciencia de Dios; en los Quodlibetos, quodl. 8º, “utrum in deo sint ideae prácticae”, y en otros lugares. En ninguno de ellos, conforme a la costumbre de la época, nombra a su contemporáneo Tomás de Aquino; pero en algunos, por ejemplo en la cuestión 4. del art. 36 de la Suma, combate expressis verbis, lo que en la cuestión 14, art. 16 de la suya dice el Angélico sobre los modos de ser especulativa y práctica una ciencia y en particular la divina.

Pues en el citado art. 8°, q. 3, la opinión que combate como doctrina que tiene boga no es la de aquéllos que decían—como Alberto Magno y San Buenaventura, por ejemplo—que la Teología es ciencia puramente práctica; ni la de aquéllos que decían que es puramente especulativa, pues esta era precisamente la opinión suya; sino la de aquellos otros que decían que es las dos cosas, «participans naturam  utriusque», hecha ad illuminandum intellectum in fide  y «ad inflammandum affectum in charitate», que era la opinión de Alfredo de la Fontaine y de Tomás de Aquino aunque entendida por uno y otro de modo muy distinto.

 

Pero dejando a Enrique de Gante,  veamos lo que dice Escoto. Como solían hacer los escolásticos anteriores al siglo XVI, el Doctor Sutil trata la cuestión en sus comentarios al prólogo de las Sentencias, y como el suele, la trata latamente. En la exposición, de opiniones tropieza con una según la cual la Teología es práctica y especulativa, como lo sería cualquier disciplina que tuviera por materia cuestiones de Metafísica y cuestiones de Derecho, sencillamente por eso, y sin dejar a salvo, por consiguiente, la unidad del hábito teológico. Y pasando a exponer otra opinión, dice el Doctor Sutil: «Alia opinio tenet eamdem conclusionem; sed ponit cum hoc Theologiam esse simpliciter unum hab tum»[6] . ¿De quién es esta nueva y más atrevida opinión? Los anotadores, que ya nos habían dicho que la primera es la de Alfredo de la Fontaine (quodl, 13, q. 1), nos dicen de la segunda: «D. Thomae, 1  p., q. 1, art. 4, ubi Cajet. Vazq., dist. 9, 1. 3 et alii Theologiam esse unum habitum, qui simul est speculativus et practicus» .

Escoto, aunque con sus distingos, sostiene que la Teología no es puramente especulativa, ni mezcla de especulativa y de práctica, sino puramente práctica. Pero por el momento lo que nos interesa no es su opinión, sino cómo entendió la de Santo Tomás, que, según se ve, no puede estar mas claro.

Las citas de teólogos se pueden continuar con facilidad; pero como no tratamos de hacer un estudio histórico, sino, sencillamente  de probar una tesis, nos contentaremos con citar otros dos y serán Aureolo y Molina.

El primero dice que, los defensores de que la Teología es hábito práctico y especulativo a la vez se dividen en tres grupos o categorías; de los cuales unos dicen que es igualmente práctica y especulativa, que es la conocida opinión de Alfredo de la Fontaine; otros que es principalmente práctica; otros, entre los cuales cuenta a Santo Tomás, que es principalmente especulativa, pero esencialmente las dos cosas, pues ésta es tesis común a las tres opiniones[7]. El es partidario de que la Teología es puramente práctica y suyas son estas hermosas palabras: «Nobilius enim attingitur Deus si sibi adhaereatur per fidem, et in eum assurgatur per spem,  et diligatur per charitatem, et si ejus obediatur consiliis et praeceptis, quam si haec modo nubiloso credibilia exponantur ». Q.2, prob. art. 3.

Molina, aunque no lo dice, reproduce realmente en este punto la doctrina de Gregorio de Rimini. Como el célebre nominalista agustino, concibe la Teología como un hábito general que comprende otros muchos  particulares; unos especulativos y otros prácticos, según las verdades a que se refieren; y de ellos ninguno es práctico y especulativo a 1a vez; pero el hábito teológico general participa de las dos cosas, aunque es más especulativo que práctico. Pero antes de exponer su propia opinión, que, como decimos, es la misma de Gregorio de Rímini, expone la de Tomás por 1as siguientes palabras: « Tertia(sententia) estD. Thomae  hoc loco asserentis, Theologiam esse unum habitum, non solum specie, sed etiam numero in unoquoque intellectu, eumque nihilominus esse practicum et speculativum »[8] .

Esta primera razón se corrobora con otra, más segura sin duda, sacada de cómo entendieron a Santo Tomás en esta parte sus mejores y más autorizados interpretes.

En los que hemos leído, sólo pudimos notar las siguientes cuatro discrepancias. La primera y más importante es sobre si práctico y especulativo son diferencias esenciales de la ciencia o no lo son más que accidentales. Apretado por una objeción de Aureolo que decía que era imposible la opinión de Santo Tomás, porque diferencias esencialmente opuestas no se pueden juntar en un mismo sujeto, Capreo1o admite como probable que práctico y especulativo sólo dividen accidentalmente la ciencia. Esta solución la reproduce Deza, y más tarde Molina y con él otros teólogos de la Compañía—Cayetano suelta la dificultad de distinta manera.

 

Práctico y especulativo son diferencias esenciales, pero no de la ciencia ut sic, sino de la ciencia creada, y, por eso no alcanzan la ciencia de Dios ni a nuestra Teología, que de ella es participación[9]. «Aliquid particulare et specialis difficultatis inquiritur modo de Theologia: illud autem est utrum ex ordine ad unicum objectum indivisibile conveniat Theologiae esse practicam et speculativam essentialiter», decía Navarrete[10]. Con la solución Capreolo-Deza-Molina la dificultad de Aureolo tiene contestación más fácil, pero pierde importancia y verdad la doctrina del Angélico. Por eso desde Cayetano la opinión corriente entre los verdaderos tomistas es que in creatis práctico y especulativo son diferencias esenciales, y que a pesar de eso la Teología es esencialmente especulativa y práctica.

Otro punto de discrepancia se refiere a la materia de lo práctico, si ha de ser forzosamente acto de potencia distinta del entendimiento, o si los actos de entendimiento pueden ser también materia de la praxis. De la primera opinión son Deza y Cayetano; de la segunda, Capreolo, Zumel, Navarrete y otros. Pero como estos segundos expliquen su sentir diciendo que pueden ser materia de la práctica los actos de entendimiento en cuanto son imperados por la voluntad, la discusión se queda en nada.

Otro punto de discrepancia es si la Teología es sólo eminenter especulativa y práctica, o lo es también formaliter; o, por lo menos, es formaliter especulativa, ya que práctica sólo lo sea virtualiter. La opinión mas común es la de Cayetano, según el cual la diferencia de práctica y especulativa sólo virtualiter, y de un modo eminente, afecta a nuestra ciencia de Dios. Pero, como se ve, la discrepancia es verdaderamente accidental, pues los que sostienen, como Bañez y Juan de Santo Tomás, que es formalmente las dos cosas, lo entienden «demptis imperfectionibus» y no al modo como lo son las puras ciencias humanas.

 

Una cuarta discrepancia es sobre la manera de contestar a la dificultad que el objeto de una ciencia práctica tiene que ser operable, pues Dios no parece que lo sea, ni con respecto a sí mismo, ni menos con respecto a la criatura. Báñez y Navarrete dicen que no hace falta que lo sea; basta que en sí mismo considerado, sea nuestro fin último, y como tal domine nuestra actividad teológica para que la Teología sea ciencia práctica[11]. Juan de Santo Tomás va más lejos, sostiene que toda la Teología, tanto en su objeto primario como en su objeto secundario, es operable; pero claro está que no, como él dice, «operatione factiva», sino «operatione morali»; por el amor, como a último fin y regla de nuestras acciones[12].

Aparte estas discrepancias, las cuales, quitada la primera, son verdaderamente accidentales (y sobre la primera puede decirse que no hay discrepancia porque el mismo Capreolo nota que aquella solución suya no es conforme a Santo Tomás, y de hecho por los buenos tomistas del siglo XVI no fue seguida, que sepamos, ni por uno siquiera), tales insignificantes discrepancias aparte, las conclusiones de los maestros se suceden como mazazos de gigantes, que van dando la misma nota sobre el mismo yunque. Veamos las de algunos.

Capreolo (Defensiones Theologicae, quaest. II): «Sexta conclusio Thologia nostra et práctica et speculativa: Iicet principalius sit speculativa quam práctica». Y contestando a una objeción: «Illud quod dicit arguens, quod ista scientia non ordinatur ad contemplationem viae, sed ad fidem et charitatem, nihil valet. Dico enim quod secundum S.Thomam ista scientia ordinatur ad hoc et ad illud». Y contestando a la, dificultad fundada en que los Santos Padres suelen poner corno fin de la Teo1ogía el amor de Dios, dice: «Omnes illae auctoritates probant quod dilectio Dei est intenta  in hac scientia proxime, sed non principaliter et ultimate».

  Deza (Novae defensiones doctr. Angel. Doctoris B. Thomae de Aquino, .t. I, q. II, a. III): «Quarta conclusio est quod Theologia nostra est pratcica et speculativa, licet princip sit speculativa quam practica. Istam conclusionem ponit S. Doctor I, p. q.,I, a. 4. Eamdem conclusionem tenet ISent., q 1, prol., a. 3». Y explicando la tesis, a propósito de una dificultad, dice: «False imaginatur quod practicum et speculativum sic concurrant ad eumdem habitum sicut extrema ad mixtum,ex illis. Nos enim non sic intelligimus, sed potius illo modo quo idem absolutum conceptum sub una habitudine habet rationem factivi, et sine illa habitudine hujusmodi, rationem non habet ».

Zumel, el célebre mercenario (Comment. in IP. Sti. Thom. Aquin.; edic. 1590, Salamanca): «Quinta conc1usio.Quamvis divina Theologia magis sit speculativa quam practica, caeterum nec est pure speculativa, nec pure practica: sed eminentissime utramque in se continet rationem. Haec, conclusio est D. Thomae in hoc articulo et omnium Thomistarum recte sententium». Y con marcada complacencia nota la grandeza que por aquí le viene a la Sagrada Teología, por las siguientes palabras: «Hujusmodi eminentia splendit in hoc quod cognitio et speculatio Divinitatis mirum in modum excitat ad operandum et ad amandum, Lumen namque theologicum suo splendore juvat nostrum intellectum, et purgat mentem, atque confortat, ut in creaturis, tamquam in speculo, Divinam contempletur Celsitudinem et Bonitatem et sic paulatim elevat illam supra altitudinem terrae, modo quodam admirabili in sinum Sanctissimae et Individuae Trinitatis, perducend o ubi pascitur et quiescit, dicens illud:  In pace in idipsum dormiam etrequiescam», Ib. ad 3.

 Báñez (In I, q.I, a. IV): Prima conclusió. Theoiogia est simul practica et specu1ativa eminenter si practicam et spculativam accipiantur ut sunt differentiae dividenteshabitum inferioris ordinis. Secunda conclusio. Si loquamur de practico et speculativo sublatis imperfectionibus, Teología est speculativa et practica. Tertia conclusio. Theolgia primo et per se est speculativa secundario per se practica »[13].

Navarrete (Controversiae in D. Thornae et ejus Scholae defensionen; contr. XI. Edic. Valladolid, 1605): Tertia con clusio. Practicum et especulativum inveni Theologia sub quadam eminenti forma.» Y se explica más: «Sententia discipulorum D. Thomae est quod Theologia est practica et speculativa non ex fine addiscentis, vel ex fine remoto, sed ex fine proximo, ut constat ex probationibus adductis a nobis...Theologia ex natura sua movet ad opus et exposcit dictam affectionem voluntatis respectu ultimi finis, quem contemplatur, et per consequens ab intrinseco et per finem intinsecum dicitur practica.»

Y a favor de la tesis tan rotundamente afirmada, este simpático tomista el siguiente hermoso praeterea : «Praeterea. Ad contemplandam naturam divinam per Sapientiam requiritur affectus quidam voluntatis, et propterea Sapientia dicitur a sapore seu dicitur sapida scientia. Non enim bene contemplatur Deum qui non afficitur ad ipsum, estque necessarium habere sedatas proprias passiones, debetque praecedere aliquo modo gustus rerum divinarum cognitioneim ipsam, juxta illud: Gustate et videte, etc. Ergo nostra Theologia, quae Sapientia dicitur et elevat se ad contemplandum divina, et habet maximam affinitatem cum Dono Sapientiae, quod est non solum speculativum sed etiam practicum etiam crit practica et especulativa.»

 

¿Que opinaba S. Alberto Magno sobre este punto? Veámoslo siquiera sea brevemente.

«La naturaleza de esta ciencia, la Teología, dice en los comentarios a las Sentencias, hay que determinarla por el fin que tiene; pero cuál sea el fin de la Teología lo determinó S. Pablo cuando escribiendo a Tito, dijo: «Pablo, siervo de Dios, apóstol según el conocimiento de la verdad que es según la piedad, para la esperanza de la vida eterna »[14].

Luego por cuenta añade que de las cosas que tiene la verdad que es según la piedad, usando del modo de decir del Apóstol, una de ellas es unirnos mediante el entendimiento y mediante el afecto y mediante lo más profundo de nuestro ser—intelecctu et affectu et substantia—con Dios a quien damos culto, como a fin que nos ha de hacer bienaventurados. Y por eso, continúa, «la Teología propiamente es afectiva, es decir, ciencia que estudia un género de verdades que nunca pueden estar separadas de la razón de bien, y que por lo mismo perfeccionan a la vez el entendimiento y el afecto.

No hay tiempo para el comentario; el lector medianamente avisado lo hace con facilidad. Fíjese particularmente en aquel «Et substantia: Y con la sustancia». Esto es, que el teólogo para cumplir con los fines de la Teología, según la entendía el nuevo Doctor de la Iglesia, ha de procurar unirse con lo que en ella estudia, que es Dios, no sólo con el entendimiento sino con el afecto; y no sólo con el afecto sino con la sustancia misma de su alma. Sobre esto sin duda que se entenderían divinamente S. Alberto y cualquiera de los grandes místicos, San Juan de la Cruz, por ejemplo.

San Alberto parece que está satisfecho de su propio modo de expresarse, pues sigue con é1 al contestar a las objeciones. «Digo que en Teología no se busca el conocimiento de la verdad sólo por el entendimiento, sino por el afecto y la sustancia, y por eso no es ciencia intelectiva sino afectiva porque en ella el conocimiento se ordena  al afecto como a fin», dice respondiendo en una de ellas[15].

Precisa más todavía. El fin de la Teología no es uno sino que son dos, el fin último y el fin intermedio. Pues por los dos, dice San Alberto, es afectiva la Teología. Porque el fin último es Dios. Verdad afectiva que nos ha de hacer eternamente bienaventurados; y el fin intermedio es que nos hagamos buenos, para luego gozar de Dios.

Así se expresa S. Alberto Magno en el comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, el libro clásico de la Teología en aquel siglo y durante otros varios siglos. Veamos ahora cómo habla cuando no comenta; sino  que escribe libros de Teología por cuenta propia.

En la Suma de Teología, ya en el mismo prólogo, hace notar que esta divina ciencia, por lo mismo que es de origen divino, se adquiere más por la oración y la devoción que por el estudio: oratione et devotione plus adquiritur quam studio; y como el Hieroteo de San Dionisio, las cosas divinas debemos aprenderlas más experimentándolas que especulándolas—patiendo divina—; y si çl estudio es necesario en Teología, como lo es ciertamente, y por eso el Apóstol y los Santos Padres nos recomendaron tanto el estudio de las Sagradas Letras, lo es a modo de condición o disposición para recibir las divinas impresiones de Dios en nuestra alma. «Studium ad hoc cooperatur sicut dispositio in subiecto »[16].

En las cuestiones  preliminares sobre la Teología vuelve  a repetir conceptos ya conocidos; por ejemplo, que la sagrada Teología es ciencia según la piedad. Pero después da nueva expresión y nuevos matices a su pensamiento. Así dice que la ciencia teológica suele concederse a los que tienen vida teológica más que a los que tienen grandes discursos teológicos, como ya había entrevisto Aristóteles en determinado lugar del libro de los Eticos: Qui talia amant ópera et faciunt

Al final de la cuestión segunda, de estas sobre la naturaleza de la Teología, dice que la Teología es ciencia religiosa, según definió la religión Tulio; esto es, culto  y reverencia a una Naturaleza superior. Y  esta afirmación que puede parecer banal, no lo es realmente, porque con frecuencia las enseñanzas sagradas de la religión no son sino  motivo para discusiones y disertaciones que cualquier adjetivo pueden merecer menos el de religiosas. Pues todo esto sin duda que lo quiso condenar nuestro Santo cuando hizo notar que la Teología era ciencia religiosa.

Más adelante, en la cuestión tercera, miembro tercero, vuelve a poner la cuestión ya puesta en el comentario a las Sentencias, si la Teología es ciencia práctica o teórica, y la contestación como se podía suponer, es la misma, esto es, que la Teología es ciencia  práctica y afectiva; que su natural término son las obras de las virtudes teológicas o morales; que todas las verdades que estudia las refiere al afecto, es decir, a gozar en la fe, o en lo que sucede a la fe, por el afecto o por el entendimiento afectivo, de la Verdad Suma que nos hace eternamente dichosos. « La verdad que sobre Dios y las obras de Dios investiga la Teología, no es puramente la verdad, sino verdad que beatifica y orienta toda la vida piadosa »[17].

Así pensaba, sobre la Teología San Alberto Magno, y algo habrá influido sobre Santo Tomás con esta su manera de pensar.           

 

De los alumnos de Sto. Tomás nos bastara referir el testimonio del Cardenal Annibaldo degli Annibaldi, ganado por Santo Tomás para su Orden, que después de haber sido su discípulo fue su bachiller. Y este comentario, de donde tomamos el texto que vamos a citar, es precisamente—dicen— el curso que tuvo en París en calidad de tal. Se puede, por tanto, ver en él el eco de la doctrina de su maestro. Dice, pues, así: «Fructuositate vero aliis scientiis antifertur Sacra Theologia, quia aliae scientiae fructum habere videntur in sola intellectus illustratione; haec vero Doctrina et intellectum sublimiter illuminat ET AFECTUM DULCITER ACCENDIT. Unde dicitur Eccl. 24: Spiritus meus super mel dulcis. Et ideo dicitur Eccl. 6: Sapientia doctrinae secundum nomen est ejus; quia videlicet SPIRITUALEM SAPOREM HABET, QUOD AFFECTUI DULCITER SAPIT»[18].

Pero el Ángel de las Escuelas es muy capaz de explicarse por sí mismo, sin ayudas ni de amigos ni de adversarios. Si su pensamiento ha sido mal expuesto, la causa fue, no precisamente su obscuridad, sino que el Santo repetidas veces dice que la Teología tiene más de especulativa que de práctica; y los teólogos, en vez de quedarse en que es mas especulativa que práctica, afectando a ambas el calificativo «esencial», lo que las palabras del Santo presuponen, se pasó al extremo de entender que lo de práctica es cosa accidental y que apenas si le pega a la Teología. Esta interpretación, que podemos llamar de automatismo cerebral, fue favorecida por otras palabras del Maestro. Habiendo de fijar en qué sentido es práctica y en qué sentido es especulativa, se valió, aunque sólo una vez y en las Sentencias, de los conocidísimos simpliciter y secundum quid, a falta de términos mejores: simpliciter es especulativa la Teología, secundum quid es práctica; de donde, idem quod prius, la consecuencia fue que lo práctico es corolario más o menos remoto, más o menos próximo, pero nada más que corolario o  propiedad accidental, de ningún modo cosa que pertenezca a la esencia de la Teología; al menos según la concibió el Doctor Angélico. Pero el Santo, para quien quiera conformar su parecer con el de él, y no el de él con el propio, no pudo hablar más claro. Véanse algunos textos.      

En la Suma Teológica, p I. q. I, a.4, que es lugar propio de la cuestión, dice: «Sacra doctrina una existens se extendit ad ea, quae pertinent ad diversas scientias philosophicas propter rationem formalem, quam in diversis attendit, scilicet prout sunt divino lumine cognoscibilia: unde licet in scientiis philosophicis alia sit speculativa, et alia practica, sacra tamen doctrina comprehendit sub se utramque, sicut et Deus eadem scientia se cognoscit, et ea quae facit».

En las palabras transcritas no sólo hay la rotunda afirmación de que comprende y encierra en sí la Sagrada Teología las dos diferencias, la de especulativa y la de práctica «comprehendit sub se utramque», sino que se apuntan de paso tres fundamentalísimas razones que, como agudamente notó Cayetano, mutuamente se van apoyando[19]. La Teología es práctica y especulativa porque es una: «una existens»; es una, y es práctica y especulativa, porque tiene una sola razón formal, que es la divina revelación: «propter rationem formalem, quam in diversis attendit, scilicet, prout sunt divino lumine cognoscibilia»; y tiene la misma razón formal y en su específica unidad es práctica y especulativa por ser singular impresión de la ciencia de Dios, el cual con la misma se conoce a Sí y lo que hace: «sicut et Deus eadem scientia se cognoscit et ea quae facit».

Con la misma firmeza había hablado en las Sentencias. «Respondeo dicendum quod ista scientia, quamvis sit una tam perfecta est, et sufficiens ad omnem humanam perfectionem, propter efficaciam divini luminis, ut ex praedictis patet, unde perficit hominem et in operatione recta, et quantum ad contemplationem veritatis»[20] . Y contestando a una dificultad: «Oportet esse aliam scientiam per quam intellectus perficiatur ad cognitionem infusam, et affectus quantum ad dilectionem gratiae»[21].

Pero sobre cuantos textos se pudieran aducir está que la sobredicha doctrina es corolario de la que enseñó acerca de la fe, dones inte1ectuales del Espíritu Santo, Lumen Gloriae, visión beatífica y ciencia de Dios; de suerte que no es brote accidental, sino que tienen sus raíces en las grandes tesis de la concepción teológica tomista, como, con la ayuda de Dios, hemos de ir mostrando.

Mas lo dicho nos parece ya suficiente para sacar cómo conclusión lo que hemos puesto como tesis, es a saber: que la Teología toda— la dogmática también—es según Santo Tomás práctica al vez que especulativa; que lo es formal y esencialmente, y que no quedan cumplidas todas sus internas finalidades cuando no se la convierte en vida santa.


 


[1] Véase La Ciencia Tomista, tomo IX. Mayo-Junio de 1914, y siguientes.

[2]  En el prólogo al  tomo II de sus Comentarios al IV de las Sentencias, escribe Domingo de Soto que el nunca se cansara de inculcar—»quod nunquam incul care cessabo no se puede penetrar el sentido de la Sagrada Escritura ni el de los Santos Padres sin el estudio asiduo de la Teología escolástica. » Los herejes—continúan— no suelen ser perezosos en manejar la Biblia; pero porque les faltan Filosofía y Teología, y para todo se fían del Espíritu Santo, del que se hallan bien faltos, andan ciegos, en negras nubes de errores». El mismo cuenta en la dedicatoria a l os Padres de Trento del De natura et gratia, que en el mismo Concilio tuvo que tomar la defensa del método escolástico, y no vacila en decir que si la tendencia contraria prevaleciese, »totuin brevi Christian orbem errores ebullire dolebimus»

Melchor Cano, tan acerbo fustigador de fútiles metafísicas, dice que no es poca gloria de la Escuela el que no se la pueda despreciar sin peligro para la fe: quam parvi facere nemo sine fidei descrimine facere potest». De locis, libro VIII, cap. 1.

El P. Marín Sola, partidario decidido de la vía de afecto, la vía de voluntad, la vía de piedad, la vía de sentimiento, la vía experimental; la vía mística—que de todas esas maneras la denomina él—en el desarrollo del dogma, tiene un capítulo magnífico, en que con hechos cantantes y sonantes prueba que hubo—y, claro es siempre habrá—grandes desarrollos dogmáticos por vía especulativa, esto es, por vía de  verdadero raciocinio teológico. Pone diez ejemplos.(Evolución homogénea del dogma católico, cap. IV). «Creer que sin ser santo no se puede ser sabio, dice, aun en las cosas divinas, sería un ultramisticismo intolerable» (Ib., pág. 195).

  Y lo que opina la Iglesia esta bien claro por la insistente recomendación de la Filosofía y de la Teología de Santo Tomás.

[3] «Scientia vero moralis, quamvis si propter operationem, tamen illa operatio non est actus scientiae, sed actus virtutis, ut patet V. Ethic». (In Boet. De Trinitate, q. V, a. 1, ad 3.um). En el mismo lugar (ad 4um), nos dice que cuando se divide la Medicina en especulativa y práctica, no es porque haya una medicina no ordenada a la operación, sino porque no lo está tan de cerca como la otra: «attenditur praedicta divisio secundum quod ea quae la medicina tractantur, sunt propinqua vel remota operatione».De igual modo, no dejan de ser prácticas también muchas cuestiones dogmáticas aunque no se vea inmediatamente la relación que con la práctica tienen.

[4] Estas son las tres notas diferenciales de ciencias especulativas y ciencias prácticas que pone Santo Tomás, I, q. 14, a. 16. De estas tres la principal es la segunda; las otras dos son como corolarios. Oigase sobre esto a Santo Tomás; «Theoreticus sive speculativus intellectus, in hoc proprie ab operativo, sive practico distinguitur, quod habet pro fine veritatem quam considerat, practicus autem veritatetm consideratam ordinar in operationem tanquam in finem, et ideo dicit Philos. in III De Anima, quod differunt ad invicem fine. Et in II Metaph. dicitur quod finis speculative est ventas, finis operative, sive practice, actio. Cum igitur oporteat materiam fni esse proportionatam, oportet practicarum scientiarum materiam esse res illas quae a nostro opere fieri possunt, ut earum cognitio in operationem quasi in finem ordinari possit. Speculativarum vero scientiarum materiam oportet esse res quae a nostro opere non fiunt: unde earum consideratio in operationem ordina non potest sicut in finem, et secundum harum rerum distinctionem oportet scientias speculativas distingui ». In Boetium, De Trinitate, q. V, a 1, cor. Se puede disputar si es lo mismo práctico que afectivo. Escoto (I Sent., pról., q. IV,4.ªvia; ed. Vives, t. VIII, pág. 254) dice, con razón, que no hay lugar para un tercer miembro entre ciencias especulativas y prácticas sino que el amor y el afecto son verdadera praxis.

[5]Aristóteles, Metaph., lib. 1, cap. 2, n. 3.

[6] Escoto, In prol. Sent., q. 4.ª ed. Vives, t. VIII, pág. 258.

[7] Aureolo, Commentariorum in Primum Librium Sententiarum pars prima, pról., q. 2, ed. de Roma, 1595, pág. 33:”Voluerunt autem aliqui alii dicere quod iste habitus sit et practicus et speculativus, et isti sunt trifurcati. Oprimo S. Thomae, parte prima, q. 1, art, 4. Et ideo alii concedentes quod sit speculativus et practus dicere voluerunt, quod est quid practicus, et simpliciter specu lativus, ut reinaneat unus habitus Esta era la doctrina de Santo Tomás que compartía Aureolo; y aunque dice que es práctica  secundum quid, no entiende que lo sea accidentalmente pues precisamente la combate por ese lado, por querer juntar en un mismo sujeto dos cosas que por esencia se excluyen; pues, según el, como según Santo Tomás, práctico y especulativo son diferencias esenciales de la ciencia.

[8] Molina, In 1am Partem, q.1, a. 4, disp. 2. Gregorio de Rímini, sin embargo, dice que el hábito total de la Teología es práctico. Dice una de sus conclusiones: «Secunda. Loquendo ut est unus habitus totalis omnes particulares de omnibus veritatibus theologicis comprehendens...thelogia sic sumpta est practica». Inprol. Sent., q.5en1ª,a. 3.

[9] Capreolo, Defensiones Theologiae, q. 2, concl. 6. ª ed. 1.um Deza, Novae defensiones doctrinae Angelici Doctoris, beati Thomae de Aquino», t. I, q. 2, a. 4, ad 1.um contra 4.am conclusionem. Cayetano: «Scientia prius dividitur in scientiam infinitam, et deinde scientia finita dividitur in speculativam et practicam». In 1am p.,q. 1, a.4.

[10] Navarrete, O. P., Controversiae in D. Thomae et ejus scholae defensionem, controversia 11. ª III

[11] (1) Bañez, 1am Partem, q. 1, a. 4, ad 2.um: «Ad secundum argumentum respondentur, quod ad hoc, ut scientia sit práctica in scientiis inferioribus necesse est quod objectum sit operabile a nobis: quoniam earum objectum est creatura. neque est ultimus finis. At vero in scientia superiori, qualis est Theologia, non est necessaria hujusmodi conditio... Satis ergo fuerit quod Theologia versetur circa assequtionem ultimi finis, et dirigat operationem mediorum, quae ad finem pro portionata sunt, videlicet, opera virtutum».—Navarrete(1. c..VII) reproduce esta solución.

[12] Juan de Santo Tomás, Cursus theologicus, t. I, disp. 2. ª,a. 10, n. 18: «Licetprimarium objectum, quod est Deus, non sit operabile operatione factiva, est tamen attíngibile operatione morali, per amorem tanquam finis ultimus, et regula actionum nostrarum». Según concebía la Teología este tan santo como docto hombre, no hay repugnancia en que el mismo acto teológico sea a la vez práctico y especulativo, ilumine o inflame en el amor de Dios, y si así no sucede—como no sucede, por desgracia—la culpa esta «ex parte subjecti» por impedimento, limitación o fatiga nuestros )Ib.)

[13] Báñez dice también que la Teología nuestra tiene más de práctica que la Filosofía moral, y que caeteris paribus, es más docto en Teología el que tiene caridad que el que no la tiene. « Ad quartum argumentum facile concedo, quod Theologia convenit cum Philosophia morali, quantum ad hoc quod utraque in común et non in particulari dirigit actiones humanas; et quantum ad hoc, quod utraque indiget virtutibus ad operandum : imo quantum ad hoc quod utraque praesupponit principia, quae per habitum practicum dictantur, et praecipiuntur in communi. Atque  hoc pacto tutraque practica dicitur.  Veruntamen differentia est: quoniam nostra Theologia adhuc magis practica dicitur. Coeteris paribus doctior crit in Theologia, qui charitatem habnerit, quam qui non habuerit quia sine charitate non sunt conjuncta hujusmodi dona Spiritus Sancti cum fide, quae illuminant mentem, et intellectum dant parvulis. Unde videmus cgregios thcologos non mediocri sanctitate fuisse praeditos».Ibid.

[14] In I Sent., d. I, art. 5.—Edición Vives, t. 25, pág. 18.

[15] Ib. pág. 19,

[16] Vives, t. 31, pág. 2.

[17] Ib. Vives, t. 31 pág. 18.

[18] Ad Hannibalelum, Super Primum Librum Sent., pról.

[19] Media in littera posita sic se habent, quod haec doctrina ideo comprehendit sub se utrumque, scilicet speculativum et practicum, quia una existens extendit se ad omnia. Et hoc ideo, quia sub una ratione formali omnia considerat: et hoc ideo, quia est imitatio propria scientia qua se, et caetera Deus scit». (In I p., q. 1, a. IV).

[20] In Sent., q. I, pról., a. 3, cor.

[21] Ibidem a. I, ad 2um.

 

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Actualizado: Domingo, 05 de Diciembre de 2004